VILLA SERRANO
Architecture article by Ana Asensio
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El proyecto Villa Serrano, de CRUX arquitectos (Raquel Sola y Alejandro Gª Pedrón), es el resultado de la rehabilitación de un espacio doméstico para su adecuación como alojamiento rural.
En definición simple, el alojamiento rural es un espacio que da soporte a una actividad concreta: el turismo rural, concepto que de por sí es bastante reciente como uso, con apenas unas décadas de existencia, y, sin embargo, ya algo gastado. Hay una frase manida (pero del siglo XXI) que dice “turismo rural antes era ir de pueblos”. Pero la simplificación, si es simplista, suele ser un error. Lo cierto es que definir drásticamente el concepto de Turismo Rural se hace obtuso, ya que el propio medio rural es diverso y extenso, geográfica, cultural y sectorialmente. Según Josep Antoni Ivars Baidal, además, “el hecho turístico es indisociable del espacio donde se localiza y, en mayor medida, si aspiramos a un desarrollo turístico sostenible”. Empecemos entonces por describir el espacio rural de Villa Serrano: la aldea de Los Pedrones.
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Esta aldea, perteneciente al municipio de Requena (Valencia), es una pequeña pedanía de apenas 162 habitantes, de origen agrícola, huella castellana, y rodeada de monte. Su trama urbana se organiza en dos principales bloques: dos barrios, el de Arriba y el de Abajo, cuyos orígenes quedaron unidos a principios del siglo XX al pasarse la carretera asfaltada por el camino que discurría entre ambos. Puede resultar chocante que una carretera cosa una trama asentada en lugar de crear una barrera; sin embargo, así es Los Pedrones, y este no es el único rasgo atípico. Con su escasa población, es una de las aldeas más dinámicas del término municipal, y, según el último censo (2020), demográficamente creciendo (tras 17 años de constante caída). ¿Qué tiene Los Pedrones? Pues tiene 3 cosas: comunicación, ocio-servicios, y un sector primario y secundario consistente.
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A principios del siglo XX, familias adineradas edificaron en la aldea casas-chalet para el veraneo (que se diferencian claramente en tipología de sus vecinas). Hoy aún hay fluctuación de la población por visitantes de todo tipo que acuden en fin de semana, feria y fiestas, y vacaciones; (¿es eso turismo rural?). Igualmente, de su raíz agrícola ha florecido hoy una pequeña industria productora de quesos, yogures, vinos y pan y carne, que apuestan por una elaboración tradicional (revisada) y cuidada que se ha ganado el reconocimiento de muchos. Ahí es cuando los servicios y el ocio (mejor que “turismo”) terminan de perfilar la actividad.
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En otras regiones, a los productores del medio rural, en épocas de “vacas flacas” o de las numerosas dificultades a las que se enfrentan estos sectores, se les ha ofrecido diversificar su actividad complementándola con el turismo; un complemento que, según la activista y planificadora del territorio, Margalida Ramis explica, acaba suponiendo una sustitución; sustitución que deja a las poblaciones en una codependencia y vulnerabilidad de graves consecuencias. Esta balanza está bien equilibrada en Los Pedrones: los productores están bien organizados y desarrollando productos de calidad, y los establecimientos turísticos hasta ahora han sido inexistentes (tanto que con el tiempo ha surgido la necesidad).
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Explicado este contexto es más sencillo exponer y entender el proyecto de la Villa Serrano desde su tipología constructiva (chalet), su uso (alojamiento para visitantes) y su tipo de intervención (rehabilitación); pero también, desde uno más, quizás menos habitual: su relato actual.
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La vivienda en cuestión es una de esas casas de veraneo que comentábamos que se edificaron a principios del siglo pasado; esto ya hace de ella una preexistencia particular, distinta a los rasgos populares endémicos, pero buscando una cierta “tradicionalidad” en su concepción. Este chalet incluía cuidados materiales, buena distribución espacial y unas proporciones amables, aún en su extrema sencillez. Según los arquitectos, con una base ya bien orientada y planificada, la rehabilitación ha sido un proceso muy natural, especialmente teniendo en cuenta el vínculo emocional que les une a este espacio. Y es que el abuelo de Álex G. Pedrón era rentero de esta propiedad, y desde que conocieron la vivienda, quedaron prendados de ella.
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La vivienda se ubica precisamente en la carretera que atraviesa el pueblo — un lugar de mucha actividad social disfrutado por los vecinos (les gusta estar en ella) — con dos frontales, hacia la propia carretera al noroeste y hacia el jardín y campos al sureste, respectivamente; al norte, un alzado secundario deja un lapso espacial respecto a la parcela contigua (lo que permite acceso exterior al jardín), y al sur, queda anexada a la parcela contigua por intervenciones posteriores. A vista de pájaro se percibe a simple vista el origen de la vivienda en planta rectangular, rodeada de un patio de 3 metros equidistante de cada fachada, a la que posteriormente se le sumaron construcciones secundarias (almacén y patio) en el lateral sur. El rectángulo de la vivienda se divide longitudinalmente en tres bandas: dos laterales también de 3 metros, albergando los espacios servidos, y una central más estrecha, como corredor que atraviesa de la carretera al jardín. La preexistencia muestra así una gran simetría, ligeramente alterada por un pasillo abierto posteriormente en la cocina, para dar acceso al anexado baño (esto se observa fácilmente al ver la huella de los pavimentos de baldosas hidráulicas).
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La estrategia de revisión espacial de CRUX se resume en una serie de gestos mínimos pero eficaces: la eliminación del pasillo de la cocina al quitar el tabique que la encerraba, la regularización de huecos en fachada en espejo con la fachada opuesta (originalmente, la fachada principal estaba muy abierta mientras que la trasera tenía vistas cerradas), y la remodelación completa del volumen de baño (compuesto por dos baños y un lavadero).
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A nivel constructivo y material, la actuación perfila la nueva identidad de la vivienda, fuertemente marcada por el concepto de shearing layers of change — Site, Structure, Skin, Services, Space Plan and Stuff — (concepto presentado y desarrollado por Frank Duffy y Stewart Brand respectivamente). Según esta mirada, una edificación no es un producto homogéneo, sino que está compuesto por distintas capas con distinta vida útil e impacto en el medio. Por lo tanto, a través del proceso de diseño, comprendiendo esas capas, se puede contribuir no solo a una lectura más profunda de la construcción en sí, sino a una optimización y reducción de recursos a invertir. En un edificio preexistente, esta mirada cobra un sentido mayor.
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Así, se saca al aire el material constructivo de los muros (la piedra), que estaban completamente enfoscados; se recuperan azulejos y elementos originales (como la pila o las puertas), se levanta el pavimento que cubría el jardín, y se organiza la presencia de las instalaciones a través de una banda contenedora superior, plana y blanca, desde la que se descuelgan ya de modo visto. Esta banda blanca se utiliza, además, como recurso formal, remarcando accesos y huecos, en una especie de continuidad zigzagueante que recorre todos los paramentos perimetrales.
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Los tabiques originales, muy finos, se mantienen también, pero se compensa su déficit en el espesor con un enlucido por ambas caras, realizado con una mezcla de yeso y tierra del sitio, ganando 2 centímetros. Esta mezcla, al incorporar tierra, se expresa en la misma tonalidad que el rejuntado realizado a los muros de mampuesto. Una última mención merecen detalles como la carpintería metálica, instalada como barandilla del jardín y como sombrajo en la entrada, que destaca como la incorporación más novedosa a la vivienda, teñida casi de un matiz artístico: esta se instala como sustitución total de la baranda cerámica previa, muy opaca y deshecha, que no permitía su recuperación. Bajo la premisa de no tratar de reproducir o imitar algo que no se podía conservar, decidieron proyectar un elemento nuevo y, por oposición, ligero. Asimismo, se recuperan mármoles acopiados en la vivienda para la ejecución del pavimento de los baños y el lavadero, siguiendo una composición irregular.
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Esta casa se ha rehabilitado y finalizado en plena pandemia COVID durante el 2020. En una época de encierros y soledades, abrir de nuevo esta casa tras años cerrada y a la venta ha sido como un reencuentro. Y es que la gente de la aldea conoce la casa, su historia y sus espacios. Durante la obra, los vecinos pasaban a visitar el proceso, y al finalizarla, expresaban cómo seguían leyendo en ella el lugar del pasado. El día del reportaje fotográfico se hizo un pequeño homenaje a ellos, utilizando la casa como una especie de “showroom” de quesos, panes, carnes y vinos, donde los productores pasaron a mostrar su producto y posar con él (por turnos, dadas las circunstancias, como una “celebración en serie”).
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¿Es esto un espacio para el turismo? Quizás. O quizás es simplemente una casa del pueblo, que da soporte a otras actividades base, sin las cuales ningún lugar puede sobrevivir. Sin el sector primario, la vida no es posible en ningún lugar. “Al visitarla por primera vez, nos dimos cuenta de que el disfrutar del hábitat poco había cambiado en cien años”, comentan Raquel y Álex. “Queremos que sea buena para el pueblo, y también tener un sitio donde poder acoger a familia y amigos”, continúan. Ese es el relato que quiere escribir Villa Serrano, en una nueva etapa de su historia que parte con el COVID: el tener un sitio donde compartir tiempo, porque eso debería ser el ocio; pero tiempo (y espacio) de calidad. Despacio.