Espai Saó
The Espai Saó, together with the Gallery House, is part of a series of interventions carried out for the Mas Blanch i Jové winery, located in the small village of La Pobla de Cérvoles, in Lérida.
This new space, built inside the large wine production hall, responds to the growing demand for events that are being generated in the winery, for which the previous tasting room had remained small.
The position was delimited beforehand by the available space in the production hall and by the necessary connection with the previous tasting room, resulting in a rectangle in plan of twenty one meters long and six meters wide, covering the entire width of the hall, and raised above the working area as a mezzanine. The connection with the previous tasting room is made by means of a bridge, of generous dimensions, which hangs from a pair of cables on the room of barrels, to serve as viewpoint of the same one, carried out by a very extensive mural of Gregorio Iglesias that covers all the walls of the room. This bridge is designed as pure construction, made entirely of cor-ten steel, as an assembly of beams and plates, thus giving prominence to the room itself and the large mural. The use of cor-ten steel refers to a favorite material of the winery: on the one hand, the past of the owner as a blacksmith, and on the other hand, an omnipresent material in the sculptures and works that Josep Guinovart, renowned artist and intimate friend of the owners, made throughout his life for this winery.
The flexibility required for the space was to function as a tasting and events room, restaurant, and exhibition hall. This flexibility translates into a division in the cross section of the room: a strip of 1.60 meters wide runs through the room from end to end, illuminated by three skylights, occupying all the available free height, and covering its walls in white, designed to serve as an exhibition space; a second strip of 4.80 meters wide is occupied by the events and tastings room, on which a spacious false ceiling develops where all the machines, ducts, lighting… run. The section break in the false ceiling is used to install the grilles of the air conditioning system and the lighting system that will illuminate the exhibition wall. At one end, the kitchen finishes off this second strip.
Everything is a single space, except for the mandatory enclosure of the kitchen, but the two main uses are defined by a dialectical play of textures and materials: the event zone is covered in walls and ceilings of mass colored MDF boards, in black color, modulated with open joints covered by cor-ten steel plates that establish a veiled relationship with the same material used by Guinovart on the other side of the wall in the former tasting room; the exhibition area is covered in white. The flooring is the same, but a slight change of color marks a line of separation between both stripes, aligned with the height jump of the roof.
The kitchen has been designed with industrial criteria and materials, and the enclosure of brushed stainless steel modules blurs the dominant axis of the space to introduce movement through inclined bands that connect the different modules alternating two different types of glass.
On the other side of the room, a hollow was cut out on the concrete façade wall, destined to show the impressive landscape, as a living canvas, framed in cor-ten steel plates.
Towards the production room, cleaning and maintenance criteria led the solution to a façade of modular aluminum sheets with direct finishing. The interior façade is interrupted at the height where the concrete beams of the hall enter the new space, also generating in the façade two orders in height, and more compositional clarity. A single window, with an elongated shape, connects the interior with the production room, strategically placed to show the work ‘El Cant de l'Hortolà’, by the artist Esteve Casanovas, which hangs from the ceiling of the nave, illuminated by 'La Coreografía', from the Liceu choreographer Josepe Gil.
The furniture, consisting of tables and chairs all made of solid oak, offers a natural counterpoint to an interior that is intended to be cooler.
El Espai Saó, junto a la Gallery House, forma parte de un conjunto de intervenciones llevadas a cabo para la bodega Mas Blanch i Jové, situada en el pequeño pueblo de La Pobla de Cérvoles, en Lérida.
Este nuevo espacio, construido en el interior de la gran nave de producción de vino, da respuesta a la creciente demanda de eventos que se está generando en la bodega, para los que la anterior sala de catas se había quedado pequeña.
La posición estaba delimitada de antemano por el espacio ocupable en la sala de producción y por la necesaria conexión con la anterior sala de catas, resultando un rectángulo en planta de 21 metros de largo y 6 metros de ancho, recorriendo toda la anchura de la nave, y elevado sobre la zona de trabajo a modo de altillo. La conexión con la anterior sala de catas se realiza mediante un puente, de holgadas dimensiones, que vuela colgado de un par de cables sobre la sala de barricas, para servir de mirador de la misma, protagonizada por un extensísimo mural de Gregorio Iglesias que cubre todas las paredes de la sala. Este puente se proyecta como pura construcción, realizado en su totalidad con acero-corten, a modo de ensamblaje de vigas y planchas, cediendo así el protagonismo a la propia sala y al gran mural. El recurso al acero cor-ten hace referencia a un material predilecto de la bodega: por un lado, el pasado de herrero del propietario, y por otro lado, un material omnipresente en las esculturas y obras que Josep Guinovart, reconocido artista íntimo amigo de los propietarios, realizó a lo largo de su vida para esta bodega.
La flexibilidad exigida al espacio pasaba por funcionar como sala de catas y eventos, restaurante, y sala de exposiciones. Esta flexibilidad se traduce en una división en la sección transversal de la sala: una franja de 1.60 metros de anchura recorre la sala de punta a punta, iluminada por tres lucernarios, ocupando toda la altura libre disponible, y recubriendo sus paredes de blanco, pensada para servir como espacio expositivo; una segunda franja de 4.80 metros de anchura es ocupada por la sala de eventos y catas, sobre la que se desarrolla un espacioso falso techo donde discurren todas las máquinas, conductos, luminarias… El salto de sección en el falso techo se aprovecha para instalar las luminarias que iluminarán la pared de exposición y las rejillas del sistema de climatización. En una punta, la cocina remata esta segunda franja.
Todo es un único espacio, a excepción del obligado cerramiento de la cocina, pero los dos usos principales se definen por un juego dialéctico de texturas y materiales: la zona de eventos se recubre en paredes y techos de tableros de MDF coloreados en masa, de color negro, modulados con junta separada recorrida por chapas de acero cor-ten que establecen una velada relación con el mismo material usado por Guinovart al otro lado del muro en la antigua sala de catas; la zona de exposición se recubre de blanco. El pavimento es el mismo, pero un ligero cambio de color marca una línea de separación entre ambas franjas, alineada con el salto de altura del techo.
La cocina se ha proyectado con criterios y materiales industriales, y el cerramiento de módulos de acero inoxidable cepillado desdibuja los ejes dominantes de la sala para introducir movimiento a través de bandas inclinadas que conectan los distintos módulos alternando dos tipos de vidrio distintos.
Al otro lado de la sala, se recortó un hueco apaisado sobre el muro pantalla de hormigón, destinado a mostrar el impresionante paisaje, a modo de lienzo vivo, enmarcado en chapas de acero cor-ten.
Hacia la sala de producción, criterios de limpieza y mantenimiento condujeron la solución a una fachada de planchas modulares de aluminio con acabado directo. La fachada interior se interrumpe a la altura donde las vigas de hormigón de la nave entran en el nuevo espacio, generando también en fachada dos órdenes en altura, y una mayor claridad compositiva. Una única ventana, de forma alargada, conecta el interior con la sala de producción, situada estratégicamente para mostrar la obra El Cant de l’Hortolà, del artista Esteve Casanovas, que cuelga del techo de la nave, iluminada mediante ‘La Coreografía’, del coreógrafo del Liceu Josepe Gil.
El mobiliario, formado por mesas y sillas todas de madera maciza de roble, ofrece un contrapunto natural a un interior que se pretende más frío.