Subsidence pavilion II
Aunque no lo percibamos, la ciudad de México se hunde 10 cm al año debido a la sobreexplotación del acuífero, lo cual además de traer múltiples consecuencias hídricas como: escasez de abasto, fugas o inundaciones; también ha vuelto vulnerables muchos sectores a causa de los sismos y las fracturas paulatinas por asentamientos. No podemos seguir ignorando el suelo que pisamos. Todo está entrelazado.
Tras el sismo de 1985, el terreno que ocupó el Hotel Regis fue cubierto con una capa de tezontle rojo que las personas evitaban pisar por respeto a las victimas del desastre. Un espacio vacío que pudo preservarse como recordatorio de la constante fragilidad de esta ciudad. Después se construyó ahí la Plaza de la Solidaridad para conmemorar el suceso, pero el tiempo y la reubicación de los comerciantes ambulantes de la Alameda Central le borraron su sentido original.
Erramos cuando olvidamos. Recorrer un lote baldío por el sismo del pasado 19 de septiembre es una experiencia muy poderosa: memoria pura que se detona con cada paso al sentir y oír crujir los escombros... al mirar el vacío. Por eso volver a construir ahí va contra la historia y el aprendizaje.
Proponemos reflexionar “con tierra sobre la tierra” al generar conciencia colectiva a partir de una porción de suelo que parece no haberse hundido como el resto de la ciudad.
Un pabellón de tierra compactada que expone gracias a su escala y materialidad el hundimiento desde el 19 de septiembre de 1985 al 19 de septiembre de 2017, fechas que han marcado la vida de millones de personas.
Este bloque irregular de 3.20 cm de altura es un lugar para interactuar y conmemorar, pues desde lo alto se puede apreciar cuanto hemos hundido la ciudad de México en 32 años, a la par de percibirse como un zócalo que reconoce la solidaridad y unión de sus habitantes.
El nivel superior es cubierto con una capa de tezontle rojo que activa la memoria corporal al pisarla. Mismas piedras que las personas transportan gratuitamente a sus hogares expandiendo la memoria colectiva... Una experiencia para no olvidar.
La construcción del pabellón implica el montaje de cimbra perimetral que extruye el sitio a partir de una huella sensible a distintas vistas.
En su interior se colocan capas de costales de arena cuatrapeados que ganan volumen y trabajan como cimbra perdida que, tras vaciar y compactar paulatinamente capas de tierra de 50 cm de ancho, al ser expuestas se perciben como un gran bloque de suelo que las personas activan gracias a una escalera de tablones de madera ahogados a lo largo de todo el proceso hasta alcanzar la altura requerida.