Hay una tendencia inconsciente a pensar la arquitectura como una construcción de volúmenes que conforman un espacio positivo. No obstante, la nueva ala de Arte Contemporáneo del MALI, aquí propuesta, se define justamente por la ausencia del objeto y de sus fachadas. Bajo la tierra, el proyecto esculpe espacios transformando lo sólido en vacío y la oscuridad en luz.
Se subvierte así una valorización convencional entre cota positiva y negativa, donde generalmente la segunda es vista de manera peyorativa como húmeda, obscura y claustrofóbica. Entretanto, las estrategias arquitectónicas, respaldadas por la tecnología constructiva actual, superan fácilmente sus peculiaridades técnicas, como por ejemplo la iluminación, la ventilación forzada y las estructuras de contención de tierra y de los mantos freáticos.
En la superficie el proyecto se manifiesta únicamente por operaciones topográficas, pliegues e incisiones, manteniendo un respeto absoluto al protagonismo del Palacio de la Exposición. A pesar de volcarse por completo al interior, los vacíos centrales revelan la existencia del museo a los transeúntes, que son inducidos a descender por la fluidez del trayecto.
En el nivel intermedio y alineada al eje del patio existente del Palacio está ubicada la Plaza Central, importante nodo articulador del proyecto. Por estar conectada simultáneamente al metro y al museo, la Plaza orquesta los más diversos flujos de personas y sus tiempos (el de la observación, la lectura, la exposición o el desplazamiento). La plaza se constituye también como una invitación para los artistas, ya que allí pueden ser realizados eventos, intervenciones y performances que estarán en contacto directo con la ciudad.
Una vez dentro del museo, cada visitante trazará su propio recorrido dentro de un circuito continuo que proporciona posibilidades y encuentros. Las obras no están concentradas en un único momento visual, si no que se distribuyen por los niveles en tres espacios expositivos – las Galerías Corredor, los Espejos de Agua y la Galería Central. El carácter único de estos espacios traduce el deseo de proyectar condiciones más que de condicionar, abriendo posibilidades museográficas más allá de los límites de la colección.
Los largos corredores no se limitan a ser un lugar de paso si no que se constituyen como galerías ideales para obras bidimensionales como fotografías, dibujos y pinturas. A lo largo del recorrido, aberturas amplían la perspectiva del visitante hacia el vacío central permitiendo entrever las obras instaladas abajo, en la Gran Galería. En el mismo nivel se encuentran los Espejos de Agua, el más lúdico de los espacios expositivos, desde donde las personas pueden cruzar el vacío a cielo abierto. A través de ellos, la luz natural, multiplicada por el agua y filtrada por los paneles de vidrio translúcido, baña todo el museo. Con la llegada a la Gran Galería hay un momento para la comprensión del proyecto en su totalidad. A pesar de ser un espacio prolongado y flexible, los programas que flotan suspendidos sobre esta rebaten hacia su interior generando alturas libres que oscilan entre tres y quince metros.
Finalmente, este proyecto para la nueva ala del MALI, no se constituye como un objeto autónomo y ensimismado, y sí como un subsistema urbano que articula infraestructura, espacio público, patrimonio, cultura y arte contemporáneo en todas sus formas de expresión.
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