La vivienda, situada en la última planta de un edificio de la calle Maestros Casals y Martorell, se encuentra en frente del espacio público que se ha abierto en el barrio de la Ribera después del derribo de un edificio de viviendas. El apartamento en origen oscuro y muy fragmentado gana luminosidad y vistas. El proyecto también va en busqueda de la luz y de ampliar la mirada en el interior del espacio, liberándo las fachadas de tabiques y habitaciones. El reto ha sido aprovechar al máximo el reducido espacio gracias a un almacenamiento racional: altillos, armarios, asientos ayudan a configurar el espacio y a resolver la necesidad de donde guardar las cosas de casas y los objetos, eterno problema de los apartamentos de talla reducida.
Las nuevas particiones se concentran en el centro de la vivienda: los únicos espacios cerrados mediante puertas son el aseo y el cuarto de baño. La cocina se ubica en el amplio espacio de conección que une visualmente la fachada exterior a la interior. El dormitorio, fulcro de la casa, he concebido como una cama elevada que mira hacia las ventanas del salón; debajo, como en la cueva de alibabá, se encuentra, conectada con el salón, la habitación del niño: un refugio segreto lleno de tesoros, juguetes y cuentos nocturnos...