Fundación Helga de Alvear
UNA ESTRATEGIA, NO UNA FORMA
El proyecto intenta escuchar el lugar, e imaginar una ciudad posible que, sin renunciar a nuestra época, sea capaz de preservar el modo en que la ciudad respira.
Se trata pues de encontrar el territorio común entre lo contemporáneo y aquello que permite a la ciudad reconocerse a sí misma; una figura, o mejor una estrategia, que contenga en sí misma ambas caras.
Una estrategia considerada en términos de oportunidades. Un conjunto de reglas dictadas por las preexistencias. Una reinterpretación de las mismas que hacen del proyecto, continente y contenido, un regalo para la ciudad.
UN LÍMITE QUE ES PUNTO DE ENCUENTRO
La parcela conforma una frontera en la ciudad tanto en la historia, al borde de la edad media del casco antiguo, como en la geografía, elemento que se encarama y conforma los quiebros de una vaguada.
La propuesta devuelve al solar el carácter de tierra de tránsito e intercambio que fueron las zonas de extramuros, lo vuelve permeable. Desde la calle Pizarro, por la cubierta transitable y todavía jardín trasero, a través de los patios, se despliega un recorrido público que es un eslabón más en la cadena de plazas y callejuelas por la que se recorre el Cáceres antiguo, y es el modo natural de salvar el desnivel que lleva a la parte nueva de la ciudad.
Del mismo modo en que el arte, antes privilegio de una élite, se torna accesible, el edificio también intenta en un trompe l´oeil urbano, si no eliminar, sí retorcer y diluir el único límite que casi siempre permanece, lo que es de unos pocos y lo que es de todos, articulando en los vacíos ,en el negativo del edificio,una arteria pública que atraviesa sin tocarla la esfera de lo privado.
LA NATURALEZA COMO MODELO
La arquitectura de nuestra época vuelve sus ojos hacia configuraciones presididas por una abstracta materialidad, como si el hombre, que durante tanto tiempo miraba la naturaleza, intentando comprenderla, desde la técnica o la cultura, quisiera hoy girar su vista y mirar la cultura y también la arquitectura, aquello que somos, desde la naturaleza, desde su asombrosa mezcla de constancia y modificación.
Así, la nueva edificación busca su forma en la naturaleza que rodea, inspira y caracteriza a la ciudad, en la blandura y domesticidad del jardín trasero que abraza a la casa madre, y se amolda, casi líquido, a los bordes del solar.
LA PRESENCIA DE LO POSIBLE: AQUELLO QUE PERMANECE Y AQUELLO QUE CAMBIA
El proyecto es fiel a la esencia de lo existente y el conjunto que se propone no difiere mucho de lo que el solar ahora es: una casa con un jardín.
Permanecen las trazas contundentes, la volumetría rotunda casi intacta, pero el aparente hermetismo se disuelve en los recorridos suaves que, reflejo del recorrido exterior entre patios, se suceden en el interior de la zona nueva y colonizan la geometría ortogonal y pétrea de la “Casa Grande”.Una “casa”, también en cuanto a funciones, que aloja el núcleo administrativo con que funcionará el centro, y un “jardín”, para el esparcimiento blando, el paseo amable, en el que se ubican también los almacenes y las instalaciones que alimentarán el edificio.
El conjunto que se propone, una suma de horizontalidades que produce verticalidades- como la tierra, como las montañas- trata de hacer visible la sorprendente presencia de lo posible, esto es, la dulce perplejidad humana arropada en aquello que permanece y aquello que cambia, lo previsible y lo sorprendente.