Nuevo espacio de creación y exposición de Arte Contemporáneo en el Cicus
La intervención interpreta el edificio donde se inserta como un contexto continuamente alterado a lo largo de los siglos, un espacio cambiante producto de las transformaciones sucedidas en el tiempo. El proyecto parte además de una reflexión en torno a la creación del arte contemporáneo, su condición imprevisible y la disolución, en numerosas ocasiones, de los límites entre el espacio de producción y el de exposición.
El edificio ha sufrido numerosas alteraciones desde que fuera parte del originario convento de Madre de Dios de la Piedad en el siglo XVI. A partir de la desamortización de 1868, se han sucedido los usos siempre ligados a la educación universitaria. Destinado a Facultad de medicina en 1869 y devastado en 1931 por un voraz incendio, se transformó a partir de aquí en Escuela de Comercio, Escuela de Estudios Empresariales, Escuela de Relaciones Laborales, hasta hoy día, en el que acoge el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla. A partir de las múltiples intervenciones que han tenido lugar, podemos determinar que las únicas invariantes han sido la traza de las crujías en torno al patio claustral, la alineación al espacio público y al lienzo de la muralla judía, y la heterogénea fábrica de ladrillo que define la construcción y revela las huellas y cicatrices producto de las sucesivas transformaciones sucedidas en el tiempo.
El proyecto se apoya igualmente en una cierta reflexión en torno a la exposición del arte contemporáneo. Al rememorar algunas obras actuales (como la de Doris Salcedo en la Tate Modern de Londres en 2007, la de Katrin Sigurdardottir en la P.S.1 del MoMA de Nueva York en 2006 o, por citar un ejemplo cercano, la de los artistas urbanos (Esto no es un graffiti) llevada a cabo en el lugar de esta intervención en 2012), en las que suelos paredes y techos se veían alterados por los distintos artistas, podemos reconocer que buena parte de la expresión del arte actual entiende el espacio arquitectónico como materia de trabajo. Prácticas que consideran que el espacio de exposición es ya en sí mismo el lugar de la creación. Así un espacio de exposición contemporáneo no puede proyectarse como un lugar estático donde los artistas expongan su obra replicando la antigua relación fondo-figura con el soporte expositivo, sino que la arquitectura no debiera ser del todo conclusiva; como si de un relato inacabado se tratase, un espacio así debería quedar en puntos suspensivos, a la espera de que cada exposición venga a completarlo.
Ambas consideraciones, la construcción cambiante en el tiempo cuyo valor reside en la resistencia bruta de sus espacios y sus muros y la búsqueda de un lugar que permita que el arte venga a acabar de definir la arquitectura, motivan el presente proyecto. El espacio museístico contemporáneo se asemeja entonces más al espacio teatral, cambiante en su percepción lumínica y cromática, reversible en su posibilidad de retornar a un grado cero para comenzar con la siguiente exposición y disponible ya que en él se pueden desarrollar acciones que requieren flexibilidad como soporte físico y tecnológico. Al igual que la caja escénica de un teatro permite cambiar decorados e iluminación en cada obra, proponemos en una siguiente fase un revestimiento continuo en suelo, paredes y techos, formado por listones de madera separados entre sí, que como si de una tramoya se tratase posibilitará que sobre él se puedan llevar a cabo todo tipo de exposiciones, clavadas, colgadas, apoyadas y conectadas a las instalaciones que discurran entre ellos. Al tiempo, el paseante, percibiendo todos los perfiles en perspectiva, observará el espacio de las naves con la rotundidad de escala y luz que hoy día, en este momento intermedio de crudeza constructiva, presenta. El revestimiento de listones dejará ver la fábrica de ladrillo entre sus separaciones, con la huellas del tiempo que, como diría Yourcenar, es el mayor de los escultores, mostrando las heridas de los distintos lienzos, las fenestraciones corregidas y la escala de lo muros pautados por los huecos, a la vez que la continuidad de la madera velará las nuevas instalaciones. Esta envolvente alcanzará el claustro, que recuperará su sentido original procurando no sólo tránsitos sino también encuentros y estancia, reestableciendo la visión directa y transparente al patio, gran centro de actividades del edificio hoy día, como fue primitivamente.
Asumiendo que la intervención es parte de un proceso pautado por distintos proyectos y diversos autores que concluirá en años, actúa como una primera instalación más que como una intervención arquitectónica; es un montaje museístico o escenográfico que apoyado en el volumen capaz permite el desarrollo de las exposiciones futuras y podría ser desmontado al igual que éstas, revirtiendo el edificio al estado netamente constructivo en el que lo encontramos, donde construcción, espacio y luz se ofrecen como cualidades verdaderas; un lugar acogedor, en su primera acepción, en el que se instala una infraestructura ligera que permite establecer el lugar de la creación y la exposición del arte contemporáneo.
María González y Juanjo López de la Cruz