La iglesia del Convento de las Jerónimas de Brihuega fue construida en 1596. Fue hospital durante una batalla de la Guerra de Sucesión Española en 1710 y posteriormente saqueada en la Guerra de la Independencia. Sobrevivió las vicisitudes de los años y finalmente fue abandonada por las monjas en 1969, debido a su estado ruinoso.
La bóveda que cubría la nave se había derrumbado y se sustituyó por cerchas metálicas. Los muros portantes estaban fisurados y la vegetación crecía entre sus grietas. Aún más problemática era la situación de los dañados arcos torales encargados de soportar la cúpula. Como consecuencia del colapso de la estructura de madera del cimborrio, se había derrumbado un cuarto de la cúpula. El interior se encontraba despojado de todo adorno a excepción de las pilastras y cornisas. Las ventanas rotas y las goteras completaban la escena.
El estudio de Adam Bresnick arquitectos se encargó de estudiar y ejecutar la rehabilitación de la arquitectura existente junto con la implementación de nuevos usos. La filosofía de esta intervención ha sido siempre respetar las huellas del paso del tiempo.
En la primera fase se reparó la cubierta y se rehicieron los aleros de teja, mientras se rejuntada la fachada. Las piedras de la cornisa se dejaron con sus desperfectos y desconchones, lo mismo se hizo con la puerta de final del s. XVI. El interior se articula en 3 zonas diferenciadas:
Se reconstruyó la estructura del cimborrio y la cúpula, donde la arquitectura principal está plenamente restaurada.
La nave con su acceso lateral se trató como un conjunto de restos arqueológicos, junto con una nueva construcción que flota e incide mínimamente en el espacio principal. Como reflejo de la bóveda de antaño, se genera un nuevo techo arqueado mediante una sucesión de listones de pino maclados. La traza de la bóveda original se vislumbra sobre los muros de mampostería por el yeso y las molduras que perduraron.
Una tercera zona alberga todos los usos actuales en 4 plantas ocupando el antiguo coro, donde se encuentran escalera, baños, cocina, vestuarios y almacén. Un ascensor asegura el acceso a los usuarios con movilidad reducida. Todo este espacio nos da acceso al área en voladizo que genera un nuevo coro más íntimo, que es a su vez parte del conjunto. Como una muñeca matrioska, se crea un espacio dentro de otro. Un coro en lo más alto ocupa la bóveda y da lugar a una nueva perspectiva. El volumen de 4 pisos se inserta entre los muros de piedra vista y un lucernario sobre la escalera acentúa la separación conceptual del contenedor original.
Se hace uso de los materiales originales dotándolos de un léxico más contemporáneo; el mármol crema marfil se extiende por el suelo de la nave, la pintura blanca realza muros y cornisas, finalmente listones de pino forman el techo y envuelven el coro moderno, suspendido sobre de la nave. Una estructura en hormigón blanco sujeta esta pieza, su aspecto dialogando con las piedras. Las zonas nuevas están pavimentados en resina o terrazo negro para visualmente distinguirlas de la piedra original.