Hotel Moure
Intervenir sobre lo ya intervenido nos integra en el devenir del edificio. No somos los primeros ni seremos los últimos. Conservamos unas cosas, modificamos otras, corregimos algún error, eliminamos algún elemento, introducimos algún otro… En definitiva, transitamos la tercera época del Hotel Moure.
Dos actuaciones fundamentales en planta baja. Por un lado se rebaja una parte en la entrada para favorecer la accesibilidad. Tanto la rampa como los peldaños propuestos generan la zona de recepción y espera sin el clásico mostrador. Al fondo se perfora un patio que polariza las áreas de estancia, las ilumina y ventila, difumina la frontera dentro fuera. Cuatro cajas de madera contienen servicios auxiliares. La primera, en celosía, el cortaviento. En un lateral, una pequeña oficina, los vestuarios de personal, el ascensor y un oficio. En el otro lateral, el arranque de la escalera, un pequeño almacén de maletas, aseos masculino y femenino y oficio. La última caja, al fondo, oculta la escalera de acceso a la habitación de usos múltiples y, bajo ella, armarios de apoyo y un pequeño sofá integrado. La instalación de climatización discurre por falso techo, más bajo que el general, en el interior de esta cajas, y solo se manifiesta en las microtoberas integradas en el despiece de la madera. En este mismo despiece se integran pequeñas ventanas, de control en la oficina, o de iluminación, compartida con los aseos; de vidrio translúcido en este caso.
En las plantas superiores se le añade un ascensor y un pequeño oficio al núcleo de comunicaciones central existente. Las seis habitaciones previas se reducen a cuatro, dos por fachada. Pequeñas aportaciones en una tipología clásica: la ausencia de puerta en los aseos, unido al juego de espejos o la prolongación del pavimento cerámico diluye los límites. Los cuartos de baño ocupan la primera crujía de acceso a las habitaciones, de lado a lado. Este planteamiento, unido a los espejos del lavabo en un lado y general en el otro, amplia y multiplica virtualmente el espacio. La intimidad se resuelve con una puerta de vidrio translúcido compartida con la ducha, que nos permite matizar las vistas sin perder la concepción global del espacio. Al ser una rehabilitación se personalizan los diferentes aseos en función de las preexistencias, tanto geométricas como materiales. Patinillos y cisternas configuran una suerte de hornacinas muy útiles en nuestro caso. En la mayor parte de habitaciones una pequeña ventana introduce luz natural en la zona de lavabo y conecta visualmente con cabeceros o mesas de apoyo de la habitación propiamente dicha. Solados y paramentos se resuelven en todos los casos con gres modulado en piezas de diez por diez centímetros, con los condicionantes técnicos exigidos por la normativa en función si es el suelo de la ducha, el del resto del aseo o el de paramentos y encimeras. Las correderas integran los armarios en la habitación; algunos de ellos incluso con las neveras o las mesas de trabajo. Los cabeceros de las camas se convierten en encimeras en los aseos o mesas de apoyo junto a las ventanas. Se trabaja la espacialidad de la galería principal en planta tercera o una pequeña terraza en planta primera. Dos habitaciones singulares resuelven la planta bajocubierta y una de usos múltiples el anexo al fondo en la primera.