Molino de Mareas "El Pintado"
ANTECEDENTES
Casi todas las circunstancias que se han dado a largo de esta larga historia, se alejan de la práctica habitual del trabajo del Arquitecto: Se comenzó a trabajar sin programa, sin cliente, sin presupuesto y sin dominio pleno sobre el edificio. Hasta hubo que modificar el proyecto una vez acabado para actualizarlo y para convertirlo a Euros.
En una historia tan larga (12 años) merece la pena detenerse en los comienzos. Todo empezó en el Módulo de Medio Ambiente de la Escuela Taller Guadiana con su director Diego J. González. El fué quien me condujo una mañana hacia ese precioso lugar, que no conocía pese a haberme criado muy cerca de él, y a partir de entonces nuestro empeño se unió al suyo y nuestras ilusiones fueron comunes. El fruto del trabajo y la investigación de aquellos alumnos tuvo su reflejo en un pequeño –pero muy importante- folleto-libro editado al comienzo de 1995 en el que por primera vez se plasmaba por escrito un modesto trabajo sobre la existencia de los molinos de marea en el litoral onubense.
El mismo director convence al Ayuntamiento para que convoque en Mayo de 1995 un concurso de ideas para su rehabilitación del que resultamos ganadores, y en el que ya están plasmadas las principales ideas sobre el programa funcional, que parte nada más que de nuestra imaginación.
Dicha convocatoria sirve de acicate para que la Consejería de Medio Ambiente, gracias a la labor abnegada de Juan Carlos Rubio (director-conservador de Marismas del Odiel, reserva natural de la que depende el paraje donde se encuentra “El Pintado”) encargue la redacción del proyecto de Básico y de Ejecución de las obras necesarias para su rehabilitación como centro de visitantes, tomando como base la propuesta ganadora del concurso. La ingeniería Tragsatec recibe el encargo de la redacción, y el compañero Manuel Fonseca Gallego tiene a bien proponernos la colaboración como autores de la propuesta a nivel de ejecución.
El proyecto se entrega en Diciembre de 1996 y tras dormir ocho largos años en los cajones de la Administración pasa a ser asumido por la Dirección General de Costas, al encontrarse el edificio en zona de dominio público marítimo-terrestre. Las obras se licitan en el BOE del 4 de junio de 2004 y le son adjudicadas a la empresa gallega Bardera S.L por importe de 750.000 Euros. Dan comienzo en Junio de 2005, para terminar dos años más tarde, “solo” algo más de diez años tras la entrega del proyecto.
Es de desear que este ejemplo de ecomuseo sirva para posicionar a Ayamonte en el reducido mundo de aquellos municipios que poseen una joya tan preciada que transmitir viva a las nuevas generaciones. Un pueblo que pierde los testimonios de su pasado pierde algo importante de si mismo. Y si podéis algún día no dejéis de pasar un atardecer, coincidiendo con la pleamar, junto al Molino. Os enamorará como a nosotros.
EL PAISAJE DE LA MARISMA. EL OBJETO EN EL PAISAJE
Si generalmente el lugar tiene suma importancia en el ser de la arquitectura, en el caso del molino constituye su esencia, su principal razón de ser. Por ello conviene realizar ciertas reflexiones en torno al paisaje de la marisma, es decir, el paisaje del agua.
Desde siempre se ha considerado la marisma como un lugar casi maldito, lleno de retamas y refugio de plagas de mosquitos. Ya tacharon de locos a los que construyeron nuestro molino sobre la marisma, sobre el lugar maldito.
Hoy, aunque los mosquitos vayan abandonando sus guaridas y los alevines llenen los pesqueros de las explotaciones acuícolas, seguimos vertiendo, hasta hace bien poco, toda nuestra basura y los restos de nuestros vehículos en ella. Desde siempre fue el lugar que rodeaba nuestras casas, el lugar de donde muchas familias obtenían recursos para subsistir: Pesca, molienda de trigo, salinas, etc.
Hoy se ha convertido en Paraje Natural a conservar -desde 1989-, divulgar y transmitir a generaciones futuras.
El objeto en el paisaje
La visión del molino es siempre lejana. Podemos verlo desde la zona alta de la Villa, desde los terrenos de la estación e incluso desde la zona del Salón. Alli está, exento, como un objeto inmerso en un paisaje casi lunar, con una alineación muy marcada que lo dota de unas proporciones adecuadas para resaltar dentro de un paraje tan vasto, tan llano. Se sitúa con una alineación paralela a las históricas vías de acceso a la ciudad: Ferrocarril y carretera. Una alineación muy clara que se convierte en su recorrido interior principal.
Su posición en la marisma obligó a construir un camino de acceso ex-profeso para llegar a él. Una aproximación lateral, nunca centrada, que permite recorrer parte del paisaje teniendo siempre a la vista el objeto hacia el que nos dirigimos. Un camino que es preciso conservar y recorrer sólo a pié por su belleza paisajística.
El molino se convierte así en punto de llegada, en estación término, tras atravesar el puente con las compuertas que marca el comienzo de sus dominios. No es posible rodearlo para verlo: Hay que adentrarse en él, atravesarlo. Las visiones del exterior ya se han tenido desde el camino y desde la lejanía.
La gran sala de molienda con sus orientaciones y visiones Norte-Sur bien pudiera ser una metáfora de la dualidad ayamontina entre campo y mar, entre molinos de viento y molinos de mar, entre Villa y Ribera.
Al Sur: Marisma y Mar
Al Norte: Marisma y Pueblo
Es la dualidad de su cubierta a dos aguas, a dos mareas. Es el recorrido que hace el agua bajo él dos veces al día. De Norte a Sur en Bajamar, de Sur a Norte en Pleamar.
ESTADO ORIGINAL
Debemos de comenzar a describirlo mencionando en primer lugar el conjunto de obras de infraestructura que fueron necesarias realizar para poder acceder al lugar (camino de acceso que incluye dos pequeños puentes) y para modelar la marisma y crear el embalse llamado caldera mediante una serie de muretes de contención que dan lugar asimismo a nuevas zonas de relleno que se aprovechan para el cultivo de cereal o maíz en zonas muy próximas a la futura molienda del grano.
En cuanto al edificio en sí, habría que destacar la labor de cantería con piedra ostionera procedente al parecer de Puerto Real, con la que está realizada la cimentación y toda la planta hidráulica, de una factura y estado de conservación impecables: Puente, tajamares, zócalos, arcos y canales. Sus seis piedras de moler lo convierten en uno de los más grandes del litoral atlántico ibérico, sólo superado por el Molino del Rio Arillo en San Fernando, Cádiz, con ocho piedras.
IDEAS BÁSICAS DEL PROYECTO
La intervención intenta caracterizarse por su integración con lo existente en un punto de diálogo discreto pero no mimético. Asumimos nuestro compromiso de contemporaneidad sin discursos, sin retórica y sin superficialidad –nada de esto había en el molino cuando llegamos-. Estas han sido las bases de partida
El respeto por la estructura y las trazas generales del edificio en cuanto a elementos de carga, alturas y añadidos. La zona Este ha sido demolida y levantada de nuevo respetando las trazas primitivas del edificio, mientras en la zona Oeste se ha actuado rehabilitando y poniendo en valor lo existente.
La recuperación de la mayor espacialidad posible eliminando muros interiores y la búsqueda de una mayor luminosidad, abriendo nuevos huecos que proporcionen referencias continúas Norte-Sur (entrada y salida de agua; Pueblo y mar).
La utilización del mayor número de azoteas posibles como miradores privilegiados sobre la marisma, ya sea para el público visitante, como para los posibles ornitólogos, investigadores, etc.
El proyecto pretende poner en valor el agua, como elemento que marca la razón de ser del edificio, que debe hacerse muy presente desde el punto de vista sensorial durante toda la visita.
Debe verse desde el exterior cómo rodea el edificio y ya en el interior de la sala de molienda verla entrar por los tajamares, pasar a través de los canales y salir fuera de él, edificio-puente.
Debe olerse (inundar el ambiente de la sala del sabor de la sal y la marisma).
Debe oírse, sentir el ruido que provoca al levantarse las compuertas y mover los mecanismos de molienda, edificio-máquina.
Para lograr estos fines, se practican nuevas aperturas en el flanco sur de la sala, hasta completar las seis parejas de huecos en línea con los seis canales y piedras que marcan la dualidad Norte-Sur. Se abren dos grandes huecos que registren de primera mano toda la línea de tajamares y arcos de entrada del agua, como visión previa al acceso a la sala de molienda.
Asimismo, se procede al desmantelamiento progresivo y controlado de los tres canales más alejados del acceso, con el fin de descubrir y mostrar de forma pedagógica al visitante las entrañas del molino, la fuerza del agua como elemento capital de todo el sistema, y la precisión y el oficio que nuestros antepasados poseían en la construcción de estos ingenios, pese a las dificultades que el lugar planteaba en cuanto a accesos, mareas, etc.
REFLEXIÓN FINAL: LECCIONES DEL PASADO, DESAFIOS PARA EL FUTURO
La oportunidad que nos brinda la recuperación de este ingenio maremotriz es inmensa en cuanto al potencial pedagógico que poseen y encierran, tanto el edifico como el lugar donde se asienta, para poder ser legado y transmitido con fuerza -sobre todo a las nuevas generaciones- que necesitan conocer otros modos de intervención en el medio natural distintos de los que suelen ver a su alrededor, y que no agoten los recursos naturales, sino que se sirvan de ellos sin esquilmarlos. El edificio rehabilitado se nos muestra plenamente actual, rabiosamente contemporáneo a sus 250 años de vida, pues nos proporciona un magnífico ejemplo de intervención en el medio natural y de esa integración tan buscada entre patrimonio natural y cultural. Posee varias lecturas, entre las que seleccionamos:
- Edificio-Puente, ya que cabalga de un lado a otro del estero y exige ser recorrido y atravesado para poder llegar de un lado a otro. El agua recorre sus entrañas dos veces al día, de Norte a Sur.
- Edificio-Máquina, ya que en su interior se produce transforma la energía de las mareas en energía cinética que sirve para mover las piedras y moler el grano.
- Edificio-Verdaderamente Sostenible, ya que se aprovecha de una fuente de energía limpia, inagotable y gratuita, sin generar residuos ni gases nocivos.
En resumen, la larga aventura vivida junto al “viejo” molino nos reafirma en aquello que ya sabíamos aunque cada día nos cueste más confirmar: Que no hay mejor naturaleza que aquella con la que el hombre ya ha alcanzado a negociar.
Y aquí se ha producido ese acuerdo afortunado e inusual. Ese encuentro pactado entre el hombre, la tierra y el mar.