Las haciendas de olivar, sucesoras en el tiempo de las alquerías musulmanas y de las villae, explotaciones agrícolas romanas, constituyen las construcciones rurales de mayor interés arquitectónico del Bajo Guadalquivir. Destinadas al cultivo y explotación del olivar alcanzarán su mayor hegemonía en el siglo XVIII, de cuya época se presume data la construcción de la Hacienda Santa Ana en Tomares.
La rehabilitación de la hacienda de Santa Ana se produce a partir de un conjunto de edificios en ruinas, algunos de los cuales habían sido ya parcialmente intervenidos para su adecuación a servicios administrativos del Ayuntamiento.
Nuestra propuesta plantea la demolición de todas estas intervenciones al entenderlas inadecuadas, tanto en relación a la estructura espacial de la hacienda como a la calidad de sus materiales, así como la introducción de una nueva arquitectura que buscase sus fundamentos en la experiencia de lo existente.
De la misma manera que la nueva arquitectura propuesta habría de mantener un espíritu de continuidad con el pasado, nos parecía igualmente importante el hecho de no sobreestimar la relación antiguo-calidad, es decir la permanencia indiscriminada de lo viejo y actuar decididamente demoliendo todos aquellos elementos carentes de valor arquitectónico, constructivo o histórico. De preservar solo la arquitectura de calidad, con la voluntad de introducir una nueva arquitectura que pudiera convivir con naturalidad con el edificio existente. Sería por tanto el viejo edificio, o más bien sus restos, los que habrían de sugerir el camino a seguir.
De escuchar al viejo edificio.
Una actitud que se distancia tanto de la relación filológica con la historia, del mimetismo historicista, como de la posición de contraste de la tradición moderna, o dicho de otra forma, del festejo del encuentro o autocomplacencia en la yuxtaposición de ambas arquitecturas. Quizá podríamos referirnos en nuestro caso al establecimiento de relaciones de analogía con las viejas estructuras, tratando de conseguir una conexión armoniosa con lo existente. En sintonía analógica.
Al mismo tiempo el edificio renovado habrá de ofrecer una imagen teñida de contemporaneidad, ya que se debe a un tiempo y a unas circunstancias actuales. Su imagen renovada revelará su pertenencia al tiempo presente de la acción.