Un edificio público debería poder no tener puertas. Podemos pensar estos edificios como fragmentos tecnificados de la red de espacios públicos conectados a lo largo de la ciudad que preservan su pertenencia a la misma naturaleza que las calles, las plazas y los jardines. A partir de esta reflexión proponemos que el Centro de Educación se convierta en un dispositivo de tránsito y conciliación entre la ciudad y el parque abandonado donde se sitúa, dando sentido a éste como lugar de juegos y estar para los vecinos y los niños. La guardería se agacha y se da la vuelta para encontrarse con el plano del parque hundido a dos metros y medio por debajo del viario, estableciendo una relación de máxima transparencia y complementariedad con el parque degradado e induciendo a la recuperación de éste. Esta noción de nexo que encadena distintos eslabones del espacio público sugiere transiciones lentas entre el espacio público y el interior del edificio, mediante la inserción de dos espacios colchón que permiten accesos pausados, a través de la rampa norte y del profundo porche sur, diluimos el límite entre el interior y el exterior de la guardería y conciliamos lo público y lo privado.