Museo de Escultura al aire libre de Leganés
Ver, Mirar, Observar.
Durante la primera visita que hicimos al parque de las esculturas la experiencia perceptiva que tuvimos fue variando conforme avanzaba el día.
Primero vimos los árboles del parque, las esculturas, los caminos.
Después de familiarizarnos algo más con el entorno miramos. Buscamos con nuestra mirada los puntos que nos parecían más interesantes, donde nos sentíamos más a gusto.
Por último observamos. Analizamos cuales eran los factores que hacían mejores unos rincones que otros, cual era el comportamiento de la gente que visitaba el museo al aire libre.
Pudimos comprobar que algunas esculturas estaban al resguardo de los soportales, también que la gente se concentraba al abrigo de las pérgolas cubiertas por la vegetación, y que los grandes caminos pavimentados permanecían desiertos, frente a los pequeños caminos sinuosos de tierra entre los árboles por los que siempre había algún paseante. También pudimos ver que las trepadoras que en parte cubren el edificio de las Dehesillas, lo hacían más amable, más integrado con el entorno del parque.
Observamos detenidamente las esculturas, muchas de ellas enormes y echamos de menos no poder contemplarlas desde todos los puntos de vista.
Decidimos, con nuestra propuesta, dar respuesta a todas estas necesidades detectadas, reproducir con nuestro edificio todos los espacios que son más atractivos del actual parque. No queríamos crear un objeto extraño, ajeno al entorno, que desvinculase la exposición al aire libre de la exposición a cubierto. Pensamos que el nuevo museo debe ser uno, y que el visitante debería poder caminar por él y disfrutar de las esculturas en el exterior y en el interior simultáneamente. Buscamos que todo el recorrido sea un paseo por el parque, ya sea por dentro del edificio como al aire libre al abrigo de su sombra. Proponemos devolverle al parque su aspecto más natural, recreando la topografía natural del terreno, generando entre las curvas del edificio jardines de escala más pequeña que independicen unas esculturas de otras, dándoles todo el protagonismo que se merecen.
El edificio de las Dehesillas nos sirve como contenedor de todas las partes del programa desvinculadas del espacio expositivo, con el fin de disminuir los metros cuadrados de edificio de planta nueva. Esta decisión está motivada por dos razones, la primera por una economía de medios y optimización de recursos. Unos sencillos cambios en los interiores del actual edificio, para optimizar las circulaciones y una reestructuración del programa convertirán el actual centro cultural en el edificio docente y administrativo del nuevo complejo museístico, también con capacidad para albergar las nuevas actividades del centro.
En el exterior se potenciará lo que la naturaleza ha hecho ya, cubrir las fachadas de vegetación para que esté más integrado en el parque, una fachada vegetal, cambiante, que se colorea con el otoño, se desnuda, florece.
El segundo motivo y fundamental de concentrar esta parte del programa en el edificio existente y separarlo del espacio expositivo es que al fragmentar el programa en dos y estirarlo hasta tocar los extremos del ámbito de actuación se intensifica la actividad y por tanto el uso del parque en su totalidad.
El edificio nuevo será una pieza de sección constante que se curva, se gira, se dobla para adaptarse a los límites del solar y respetar al máximo la vegetación existente. Se ciñe a los huecos que quedan y abraza las esculturas, abraza los árboles, abraza la belleza de estas obras en medio de la naturaleza. También se retuerce y se entrelaza consigo misma en altura, para adaptarse a la topografía natural del terreno y para comunicar de forma suave por medio de rampas todas las cotas del proyecto. El visitante se deja llevar por el recorrido, sube, baja, entra, sale, casi sin percibirlo, cambia su punto de vista sobre las esculturas exteriores. Los límites entre interior y exterior se confunden, es todo un mismo espacio donde el arte se expone.
Cuatro Anillos, Cuatro Formas De Cerrar un Jardín, Mil Maneras De Recorrerlos.
La tensión se concentra en los puntos de tangencia de la pieza. Estos generan cuatro anillos diferenciados pero concatenados entre sí. Estas intersecciones producen conexiones en el edificio que permiten crear recorridos alternativos que combinados dan como resultado múltiples maneras de visitar la exposición y evitan la monotonía de un itinerario lineal.
El recorrido empieza en la pérgola a la que el camino desde el acceso principal nos lleva. Desde esta primera intersección de la pieza tenemos todas las posibilidades, bajar, subir, o comenzar nuestra visita a cota del parque bajo los soportales que produce la parte elevada del edificio o por la tienda cafetería del edificio.
Una rampa italiana nos conduce a la cota más baja del museo donde se encuentran el salón de actos, las cabinas que le dan servicio, aseos y un espacio de almacenaje.
Si bajo la pérgola de entrada decidimos subir, empezamos el recorrido que nos llevará por toda la exposición en planta primera, elevada sobre la cota del parque. Pasada la rampa que nos conduce a este nivel nos encontramos con la segunda tangencia de la pieza. En este punto se tiene acceso a la terraza desde la que se inicia un paseo exterior por la cubierta del edificio en la cota más alta de la actuación al igual que en el siguiente punto donde la pieza se toca. La cuarta intersección genera un atajo en el recorrido y además de multiplicar las maneras de visitar el museo permite independizar el cuarto anillo para albergar un programa funcional con acceso independiente.
Siguiendo el camino interior vamos rodeando los espacios verdes que quedan encerrados en los anillos, y desde esta galería elevada podemos ver a ambos lados, las esculturas que están en el exterior desde otro punto de vista, una mirada elevada que nos descubre nuevos matices, perspectivas insospechadas de las obras de arte. En este recorrido existen diversos puntos de evacuación a través de las escaleras situadas a 50 metros de distancia que acompañan todo el itinerario. Avanzamos y volvemos a descender. De nuevo una rampa nos conduce a la cafetería y a la tienda del museo. El acceso independiente de esta parte permite que no solo los visitantes del museo puedan acceder a ellas, además con el buen tiempo el jardín se llenará de actividad, de mesas y de espacios para sentarse. Al final de estos espacios se encuentra el porche generado por la primera intersección. Volvemos al punto de partida.
Cuatro anillos que encierran cuatro jardines. La escala del parque se transforma para generar pequeños espacios verdes que individualizan las esculturas. Además la topografía del terreno donde se exponen las piezas de arte se transforma, las especies vegetales se eligen minuciosamente y todo ello para generar un fondo, un telón natural, para resaltar las figuras expuestas.
Estas estancias al aire libre se van comunicando mediante caminos sinuosos que se relacionan con la huella del edificio, que establece el recorrido principal en el parque. Un gran espacio en porche donde parar, sentarse, descansar, contemplar el arte y toda la actividad que se produce al abrigo de la lluvia o del sol intenso.
Los caminos que atraviesan el parque conducen a los distintos accesos. Se han respetado los existentes en la actualidad, que comunica con las diferentes partes de la ciudad.
Transparencia. Opacidad.
La aparente complejidad formal del edificio se resuelve constructivamente con un único elemento. El edifico se genera por la repetición de un pórtico metálico de sección constante realizado con palastros de acero que actúan como reflectores de luz natural. Cuando se recorre el edificio esta sucesión de elementos verticales permiten percibir las perspectivas interiores como opacas, aislándose del parque y cediendo todo el protagonismo a la escultura que se sitúa en el interior. Sin embargo esta opacidad no es completa. Si el visitante se gira hacia las fachadas tiene una visión total del parque y de todo lo expuesto en él. Es un interior cinético, dinámico, cambiante según cambia la posición del espectador. Desde el exterior en cambio el edificio es transparente, casi como un escaparate donde poder contemplar aquellas esculturas que no soportan la intemperie. La sección mínima del pórtico metálico hace que la pieza casi desaparezca. Esto, unido a la reducida sección del edificio, frente a su dimensión lineal, y a que se curva y se enreda entre las copas de los árboles hace que el protagonismo se ceda a la vegetación y a las esculturas que entre ella se exponen.
La Obra de arte solo pide ser Mirada.
El carácter tridimensional de la escultura ha sido determinante en el planteamiento respecto a cómo deber ser observada. Una sola visión, siempre será incompleta por lo que buscamos con nuestra propuesta multiplicar los ángulos de visión desde donde observar desde todos los ángulos posibles.
Para eso creamos tres niveles desde los que contemplar las esculturas. El primero es el nivel a cota del parque, donde se genera el camino principal que es la huella del edificio. De esta manera el impacto del pavimento duro y del mobiliario urbano en el medio natural queda minimizado, no es más que la sombra del edificio. En él se sitúan los bancos, pequeños puntos de iluminación, las papeleras, espacios de estancia... Para conectar los distintos tramos de este recorrido se generan pequeños caminos de materiales y formas más naturales que discurren entre los árboles y las esculturas. Esta observación de la escultura desde el mismo plano en el que se apoya exige crear un fondo para que pueda verse con nitidez y se distinga de aquello que tenga detrás. Por eso la transformación de la topografía en los puntos donde hay esculturas y la plantación de especies de medio porte generando pequeños recintos cumplen esta misión. También desde el parque se pueden ver las esculturas expuestas en la planta superior como si de una gran vitrina se tratase, una visión lejana y desde un plano inferior, una visión nueva para el visitante.
En el nivel de planta primera podemos observar las esculturas del parque desde un punto de vista mas alto de lo habitual. También una experiencia diferente. Las encontramos a ambos lados del recorrido, solo tenemos que dirigirnos a las fachadas. En cambio las esculturas que se encuentran en el mismo plano que nosotros, quedan aisladas del entorno por la vista opaca que genera la repetición de los pórticos.
El tercer nivel es el de la terraza-cubierta del edificio. Un punto de vista mucho mas elevado desde el que contemplamos las esculturas del parque casi a vista de pájaro. Se genera un mirador nuevo desde el que descubrir otras visiones de la ciudad. Un paseo diferente para todos, no solo para los amantes del arte que permite caminar entre las copas de los árboles, observar desde él el cambio cromático de la vegetación con el paso de las estaciones, la actividad en el parque.