Lo que tiene más valor del edificio-teatro, la antigua Federación Obrera del arquitecto César
Martinell inaugurado el 1922, es el volumen total, su espacio global, las medidas generosas de
edificio público, el carácter de ser un bloque singular, medio “industrial”, con el poder suficiente por presidir un entorno de una manera similar al de las iglesias en el urbanismo tradicional, pero partiendo de una idea laica, republicana, y despojada y justa en referencia a los medios desplegados.
Es el volumen total el que se reutiliza sabiendo de su capacidad de adaptación, como buen
contenedor que es, al nuevo programa requerido.
Evidentemente, queda englobado en esta preservación el núcleo de acceso, con su fachada
ornamentada, como elemento destacado de una determinada época que encuentra su total
justificación cuando se lo contempla unido al gran volumen posterior.
Es fácil apreciar el valor urbano del edificio sobretodo en la plaza posterior donde en el actual
desorden de las edificaciones que le dan frente queda en su mayor parte paliado por el
volumen enigmático y civil de nuestro edificio. Es el triunfo de las cualidades abstractas sobre
las anécdotas del mal figurativo.
Pesan más las proporciones del conjunto, la discreción seria y elegante de la materialidad
exhibida, la autoridad sin aspavientos innecesarios. Muros de ladrillo visto con pilares externos de gran sobriedad y tradición constructiva.
Se disponen dos accesos, el actual desde la calle Jacint Verdaguer y el nuevo desde la plaza.
Se crea un patio rectangular desplazado hacia un lateral con iluminación cenital que da unidad
espacial a los diferentes usos, permite la creación de espacios de medidas diferentes, y
resuelve el enlace entre los dos ejes de acceso, el antiguo –el de la calle- y el nuevo –el de la
plaza- que no están en correspondencia para marcar las diferencias cronológicas. Esta circunstancia es uno de los atractivos de la planta propuesta. Se derriba lo que es superfluo –el anfiteatro- y se dispone con comodidad el programa en los forjados que se construyen en el interior de la nave.
Se prevé un sótano para complementar los requerimientos de espacios accesorios pedidos. La
escalera existente del cuerpo de acceso desde la calle que llega al anfiteatro, se prolonga
hasta el nivel de la segunda planta. Este hecho de mayor utilidad acaba de justificar la conservación de este volumen protegido. Una nueva escalera situada cerca de la entrada desde la plaza llega a la tercera planta juntamente con el ascensor-montacargas situado en el segundo lado y también a la planta sótano de acceso mas reservado o eventualmente haciendo, por tanto el recorrido vertical completo. Los materiales exteriores son los existentes, obra de fábrica, y los interiores se mueven en un predominio de espacios blancos, lisos, luminosos, un poco como si de maquetas a tamaño natural se tratase.
Esta opción arquitectónica construida procura cargar de sentido contemporáneo al edificio
heredado, enlazando historia y modernidad.