Campus De La Justicia. Madrid
Para el proyecto del edificio de la fiscalía se tomó como punto de partida el concepto de la Polis griega, cuna de la sociedad moderna y el sistema judicial. Para los griegos, la ciudad no era únicamente el centro político, económico, religioso y cultural, sino un ideal de vida, la forma más perfecta de sociedad civil. El edificio representa un fragmento de este diagrama urbano, generando composiciones, perspectivas, callejones cerrados y espacios abiertos.
La fiscalía se organiza como un perímetro sólido: desde una plaza central se yerguen siete torres esbeltas que apuntan hacia el cielo, como si se tratase del punto neurálgico de un skyline urbano. En esta superficie cilíndrica el paisaje y la estructura establecen una relación mutua imitando las características propias de la ciudad. Pero sobre todo, provocando en el usuario de estos callejones/pasillos, la sensación de pasear por un espacio autónomo, donde todos los habitáculos trabajan en una dinámica interrelacional.
Las fachadas de los edificios combinan ligeras estructuras de cristal y acero creando contrastes entre los volúmenes sólidos y los juegos etéreos, dibujando la diversidad que tendría la composición de cualquier paisaje citadino. Este juego volumétrico y escultural que el edificio guarda en su interior, se manifiesta con una apariencia sencilla en su fachada externa para integrarse en el paisaje del campus de la justicia de Madrid. Una serie de louvres verticales convierten el edificio en una filigrana vertical, un espejo translúcido que apenas deja entrever el movimiento del complejo interior.
Pasando este filtro, el panorama visual no es otro que el despliegue de esta nueva ciudad, la polis periférica de Madrid, una urbe vertical que resguarda entre las paredes, el flujo cotidiano de sus habitantes.