SINOPSIS.
El Museo de Cantabria trata de ser como aquellas montañas que, en días claros, se ven al fondo de la vaguada de las Llamas, con sus perfiles desiguales pero a la vez parecidos. Frente a los mecanismos clásicos de composición, que operaban por división, un procedimiento necesariamente vinculado a la jerarquía, frente al aforismo pre-moderno de agrupación, que inevitablemente clasificaba los usos según formas, y finalmente frente a la isotropía de la modernidad, que deja un vacío para la actividad del hombre como individuo, el proyecto opta por un modelo complejo: El edificio estará constituido por la agrupación de elementos similares y diferentes que tratan de establecer una geometría oculta de la naturaleza...
MEMORIA.
El Museo de Cantabria construye una geografía artificial, un bosque de montañas: el conjunto se configura a partir de un tejido regular de trapecios irregulares que permite diversificar los espacios, mediante un sistema abierto de grandes lucernarios montañosos.
El pensamiento de lo colectivo como la suma libre y acordada de voluntades individuales es aquello que queda expresada en estos grandes lucernarios, cada uno igual y diferente a los otros que, sin embargo, surgen de una trama ordenada y regular, como un marco común de respeto, en el que lo individual encuentre su libertad.
El museo se organiza en torno a un espacio público de acogida que adquiere una forma cóncava para recoger las actividades y encuentros. El vestíbulo principal, en cuyo perímetro quebrado se ubican el guardarropa, la taquilla, y el área de seguridad, conecta los usos públicos con los vestíbulos principales de dos museos dispuestos, respectivamente, en dos niveles diferenciados: el nivel inferior acoge el Museo de Historia mientras que en el superior se ubica el Museo de Arte. Los vestíbulos de cada uno de ellos, superpuestos, permiten el acceso separado a las dos colecciones. Las salas expositivas de ambos museos se agrupan según exposiciones temporales o exposiciones de la colección permanente. Cada coleccción permanente se organiza en cinco salas que se pueden agrupar o segregar según las necesidades, llegando a conformar una única banda quebrada, cuya disposición permite que cada sala de exposición tenga una forma diferente, y que su relación con las otras también sea diferente.