La exposición de las piezas de Balenciaga en un Museo como es actualmente el de Bellas Artes de Bilbao nos lleva a pensar en la necesidad de exponer las piezas tratando de inducir a una reflexión sobre el papel positivo o negativo que la moda y el vestido puede tener sobre el individuo y los colectivos, más que plantear una lectura más disciplinar sobre la obra y el trabajo de este creador.
Nuestra imagen nos proyecta nos define a ojos de los demás. Esta definición implica una lectura que inhibe de un acercamiento real. El vestido es proyección y protección a un tiempo. En cualquier caso establece un nuevo y distinto límite de nuestro cuerpo con el entorno.
El límite de Balenciaga es un aura de lujo y perfección. La emanación de una personalidad supuestamente exquisita que el vestido proyecta y difunde, definiéndola.
Las mujeres de Balenciaga son inalcanzables en su perfección, en su refinamiento, en su clasicismo, en su elegancia, en su mesura. Son tan perfectas que están solas. Invisibles e inmateriales barreras, más infranqueables que las simplemente físicas, las alejan y las aíslan. Límites de seguridad que las hace intocables. Mujeres sin cuerpo.
Son objetos inmateriales que se intuye, se entreven como las ninfas entre los árboles del bosque...pero siempre escapan. Por que son incorpóreas. Fruto de la imaginación.
Y los verdaderos cuerpos...el ser material de las mujeres, el factor diferencial, el único e intransferible, se encarcela bajo la coraza de la perfección que ansia la idea y no tolera la presencia real de la materia femenina.