En la urbanización “El Abanico”, entre la costa y la localidad vizcaína de Plentzia, en una ladera de acentuadísima pendiente, orientada a sur y con unas vistas inmejorables a la ría y al valle que forma la misma, se nos plantea el proyecto de dos viviendas unifamiliares independientes para ser vendidas.
La topografía y la dificultad de acceso que plantea la situación de la carretera, junto con el propósito de conseguir la mejor orientación para cada una las viviendas determina el emplazamiento de cada una de ellas.
En un entorno en el que conviven con evidente malestar muy diferentes reinterpretaciones de lenguajes arquitectónicos de distintas épocas y lugares optamos, cobardemente, por no enfrentarnos a la resolución del problema tipológico de lo que ha de ser la vivienda unifamiliar aislada en el País Vasco.
El respeto a un entorno natural privilegiado y la intención de modificarlo lo menos posible, nos lleva a plantear una vivienda semienterrada compuesta por tres planos de forjado limitados a este y oeste por dos muros de contención laterales totalmente abiertos en su cara sur. El forjado superior constituye la cubierta, que es un plano ajardinado en el que se deposita el único elemento manifiestamente visible de la vivienda, el garaje. De una forma algo retórica este elemento reclama la importancia que tiene pues es el coche el que hace posible la vida “civilizada” en este revalorizado entorno natural.
Desde la cubierta ajardinada y a través de un patio central accedemos a la zona de día de la vivienda- zona de estar, comedor, cocina -. En la planta inferior los dormitorios y servicios. En ambas plantas se plantea una terraza exterior y desde la de la planta baja de dormitorios es desde donde accedemos al jardín. En sus caras este y oeste sólo aparecen ventanas cuando esto es, funcionalmente, estrictamente necesario - ventilación, iluminación natural.
Desde la cubierta ajardinada y a través de un patio central accedemos a la zona de día de la vivienda- zona de estar, comedor, cocina -. En la planta inferior los dormitorios y servicios. En ambas plantas se plantea una terraza exterior y desde la de la planta baja de dormitorios es desde donde accedemos al jardín.
La vivienda se abre al paisaje en su cara sur. Es una relación más visual y contemplativa que física, condicionada, obviamente, por la dificultad de ocupación de un terreno de tanta pendiente, y por la nueva forma de relación que pensamos que establece el usuario con el entorno natural o rural que vuelve a colonizar, pero sin relación productiva o de dependencia con la tierra.
Las dos casas son iguales pero la colocación en el terreno y la percepción que tienes de ellas es muy diferente y creemos que constituye uno de los aspectos más interesantes del proyecto. La fluidez del acceso, desde que llegas en coche deslizándote por la pendiente, suavemente asfaltada por la ladera de la montaña verde, la transparencia de la bajada por las escaleras de acceso peatonal, que te ofrecen la visión nítidamente encuadrada de un paisaje de árboles en constante movimiento, y la sensación de seguir deslizándote en vertical cuando coges el ascensor para bajar a las habitaciones, da una sensación de calma y de paz muy relajante, envolvente y quizás un tanto ensimismada.