Partíamos de una planta circular, definida por el trazado urbanístico del Campus de la Justicia de Madrid, de las más pequeñas del todo el complejo. Queríamos convertir los condicionantes en ventajas, lo pequeño en exquisito, la distribución circular en la perfecta para que todo usuario de la Fiscalía disfrutara de luz natural y vistas, la oficina en un espacio de relación y comunicación, el material en el carácter.
Exploramos las operaciones geométricas que nos permitía un círculo de dimensiones reducidas. Todo un complejo proceso para conseguir como resultado final cinco piezas elementales, unidades mínimas cuya forma y superficie resuelven, bien a través de ellas mismas, o bien asociándose unas con otras, todas las exigencias del programa. Piezas de un puzzle que por su versatilidad pueden afrontar una posible transformación funcional.
El despacho del fiscal, la pieza clave, se situada en el anillo exterior de forma radial. En el perímetro, la forma circular no compromete la funcionalidad de la pieza. Las Secretarías, en cambio, ocupan el espacio interior y se resuelven con una geometría ortogonal, para evitar que la forma circular afecte negativamente a la eficiencia de la pieza. Después de esto el reto era conseguir que todo el espacio interior disfrutara de luz natural. Tanteamos el esquema de patio central, pero su proporción demasiado esbelta impedía la entrada de luz en las plantas mas bajas y producía el mayor soleamiento en los meses de verano, y el menor en invierno. Además tampoco resolvía otra de nuestras ambiciones, que todo trabajador de la fiscalía disfrutara de las vistas exteriores, evitando así la sensación de desorientación que se produce siempre en edificios de este tipo.
Recurrimos a los patios en fachada. Patios en doble altura, que situados en las cuatro orientaciones consiguen llevar la luz natural hasta el corazón del edificio incluso en los meses de invierno y controlan el soleamiento en invierno. Definimos dos tipos de patios, uno de seis metros de crujía, otro de doce metros, ambos de doble altura, y colocamos dos por planta, desfasados una planta uno respecto al otro y en distintas situaciones relativas. La posición de cada patio varía conforme ascendemos en altura rotando en el sentido de las agujas del reloj el primero de seis metros y en sentido contrario el segundo de doce. Y todo esto para caracterizar los espacios con un tipo de luz, diferente en cada momento del día, diferente en cada planta y relacionar a los trabajadores con dos visiones del exterior para no perder la referencia, y con otros trabajadores, para romper así el aislamiento típico de los edificios de oficinas. En el plano de situación estos grandes huecos de fachada buscan las perspectivas más lejanas del Campus evitando en todo momento enfrentarse directamente a los edificios vecinos, enmarcando las mejores vistas.
Conseguido esto ya solo quedaba definir el carácter, la presencia que iba a tener el edificio de la Fiscalía respecto a los otros edificios del Campus. No podía competir en tamaño, ni queríamos que un alarde formal fuera lo más característico. Encontramos en el material, el vidrio, y en la precisión del detalle constructivo la verdadera identidad de la Fiscalía. El vidrio en sus diversas formas, translucido, transparente, casi opaco, y con sus cualidades, brillos, reflejos, y trabajado como si de la talla de una joya se tratase, es el verdadero carácter del edificio. Por el día reproduce la luz cambiante en cada momento, por la noche actúa como una gran lámpara, irradiando luz, dejando adivinar la actividad que se desarrolla dentro. Una pequeña pieza de luz, precisa, tallada como una piedra, preciosa.