Se trataba de construir unas oficinas de alta tecnología en un solar de forma triangular en un polígono industrial.
Para ello creamos un jardín. Se levanta un alto muro de piedra de Marés siguiendo las trazas triangulares del solar creando un recinto cerrado.
Se excava el solar completo en sótano y se restablece sobre él el plano horizontal con un forjado que se cubre de travertino al igual que la cara interior de los muros.
Se crea un podio cercado con un muro. Se tiene así una caja de travertino abierta al cielo. Sobre ella se traza una trama ortogonal de 6 x 6 m. Y separándose de los muros, se crea una banda paralela a los lados del triángulo, con unos pilares blancos cilíndricos metálicos sobre los que se coloca un techo plano que vuela dos metros por cada lado de la línea de pilares. Se acristala, sin carpinterías, creando un espacio continuo a través del plano horizontal del suelo de travertino.
En el resto de los puntos de la trama se plantan árboles de frutos olorosos: limoneros lunares. Y sobre los muros, plantas trepadoras de flores aromáticas: jazmines, glicinias, parras y ampelopsis. Se crea así un jardín, un “jardín secreto”, en cuyo interior están los espacios de trabajo. Se tensa el conjunto colocando en el centro, convenientemente girada, la sala de conferencias: un espacio con gradas excavado en el suelo de piedra. Todas las instalaciones discurren por el sótano “pinchando” el suelo para servir los espacios de trabajo donde fuere necesario.
Una vez más se crea una arquitectura con una base estereotómica de piedra, una caja a modo de podio invertido sobre la que se apoyan unos livianos elementos tectónicos. Con enorme precisión y la máxima economía de medios.